Todos los humanos, por el simple hecho de serlo somos imperfectos, tenemos defectos y virtudes, valores que llevamos clavados en nuestro interior como si de herencia genética se tratara. Una vez reconocida nuestra imperfección, hay que analizarse a sí mismo para averiguar nuestros comportamientos y actitudes.Últimamente, y me refiero a los últimos años, he tenido la suerte y oportunidad de tropezarme con diferentes ejemplos de actitudes poco honestas en personas de mi entorno. He conocido gente a la que no se le pone nada por delante con tal de conseguir sus fines personales por cualquier medio y a cualquier precio. Incluso utilizando las tácticas más rastreras e inverosímiles que uno pueda llegar a concebir. Aprovechamiento de méritos ajenos, desprestigio de los demás , etc... todo con tal de que alguien con algo de poder les valore por encima de los de al lado, aunque sea abandonando el mínimo de dignidad que todos poseemos. Gente sin escrúpulos que tan sólo aspira a ser mediocre entre los mediocres creyendo que así son más importantes. Lástima que no tengan cerebro para darse cuenta del ridículo al que se someten día a día y que desde su perspectiva son incapaces de ver. Cuando uno está fuera del círculo aprecia detalles que habitualmente pasarían inadvertidos para el conjunto.
De entre las actitudes que más detesto en los hombres, la envidia y la indecencia se llevan la palma, y la pena es que conozco ejemplos de ambas bastante cercanos. A esta clase de ejemplares les deseo que la vida les haga ver su error y reflexionen para darse cuenta de que hay que ser mejor persona. Sólo así tendrán el reconocimiento que tanto envidian y ansían. Y además, serán más felices.