Cualquier padre moderno que se preste, tiene cada fin de semana ciertas obligaciones para sus pequeños descendientes. Entre las más habituales, hoy por hoy, está llevar al niño o niños al fútbol. Todos quieren apuntarse al mejor equipo del barrio o de su pueblo con la esperanza de llegar a ser una de las grandes figuras que ven en la tele cada fin de semana. Su ilusión y su meta es dejar al público observante con la boca abierta como resultado de una jugada inigualable o un gol que le dé la victoria a su equipo.
Ser como las grandes figuras, admirados, guaperas y llenos de dinero. Y si además vienen las chicas detrás, pues mejor que mejor.
Para ello, se esfuerzan durante la semana, entre clases, entrenándose como pueden y les dejan para llegar al fin de semana y poder ser artífices de alguna jugada memorable. Es cierto que a edades jóvenes es muy importante la práctica del deporte para el desarrollo completo del individuo. Fogar las energías en plena ebullición y soltar la adrenalina que llevan dentro es necesario. Es un complemento a la actividad escolar que hace que los jóvenes valoren lo que cuesta conseguir pequeños triunfos, aunque sólo sea a nivel deportivo. Otros triunfos los conseguirán hincando los codos y viendo el resultado al final de cada evaluación.
Desde el entorno familiar, como desde el educacional, es importante que a los chavales se les inculque la cultura del esfuerzo y sean conscientes de que en la vida no todo es fácil de conseguir y que lo que sus ídolos tienen no es sólo fruto de su habilidad, sino de otros muchos factores que influyen en que un joven progrese y llegue a ser algo más que uno de tantos. Pocos tienen la oportunidad de estar apuntados a la cantera de un equipo grande, y de los que pueden, la mayoría no llegan a categorías superiores, Llegar arriba es muy difícil, y más si has de compartir el tiempo dedicado a la afición deportiva con el de clase. Los hay que tienen cualidades excepcionales pero también hay que tener oportunidad de que alguien con cierta influencia consiga verte. Pero precisamente por eso, es necesario inducirles ciertos valores y hacerles comprender que no todo es regalado en esta jungla de competición. El día de mañana, cuando superen cierta edad, deberán decidir qué camino emprender. Prepararse con una buena formación o incorporarse directamente al escaso mercado laboral en el que serán explotados irremediablemente. Sólo algunos habrán tenido entonces la oportunidad de hacer de una afición deportiva una profesión de futuro. Sólo algunos habrán sido observados por los que tienen el poder de elevarte al primer equipo. Muy pocos llegarán a formar parte de ese grupo de elegidos que dispondrán de un buen nivel económico.
También esos, los que llegan alto, adolecen a veces de un sentido común mínimo y demuestran no haber aprendido algo tan sencillo como el valor del esfuerzo y la humildad. A ciertos niveles, y por intereses nada deportivos, el dinero fluye en cantidades ingentes y la falta de escrúpulo hace su aparición. La publicidad y los derechos de imagen se superponen a la valía deportiva y es muy fácil caer en una espiral sin salida. Fama, dinero, vida buena, etc... que no falte de nada. Por ello, espero y deseo que estos chavales de hoy se conviertan en grandes deportistas del mañana, aunque no sean los más aclamados en los medios ni los que más dinero ganen. Simplemente que sean hombres con la sensatez suficiente, que disfruten de lo que más le guste, pero que los remates con la cabeza no afecten a su cerebro y les haga perder la cordura. De esta forma no se dejarán manipular por los magnates de un negocio que los utiliza para hacer crecer el maldito dinero en sus cuentas. Y lo malo que es que no tienen límite en sus ambiciones, y hay que ser muy inteligente para sortear las trampas del camino.