domingo, 9 de marzo de 2014

En pleno Madrid

Tantos años viviendo en la capital y alrededores y cada vez que puede Madrid va y me sorprende. Es cierto que esta ciudad va creciendo a pasos de gigante, y lo que hace unos años, pocos realmente, era el límite poblacional, ahora resulta que es casi el cogollo de la ciudad.
Es por eso que reconozco que me he quedado atrás. Madrid crece a un ritmo trepidante, provocado por la afluencia de humanos que vienen a quedarse, así como los que aquí nacen diariamente.
De joven presumía de conocer la ciudad completamente, las líneas del Metro y autobuses. Y ahora, cada vez que tengo que desplazarme por esta urbe, bien en coche o en servicio público, tengo que empezar a recopilar información sobre adónde me dirijo y buscar la alternativa mejor que me haga llegar rápido. Un ejemplo de lo que digo es la cantidad ingente de lugares preciosos que Madrid tiene en su interior y de los que apenas conocemos el nombre.
Hace dos días, y con motivo de la subida de temperaturas que anuncian la primavera tuve la ocasión de ver en la televisión local que el inicio de esta nueva estación se estaba dejando ver en los parques, ya florecientes. Y hablaban concretamente de uno situado al final de la calle Alcalá. Tan al final que casi linda con la autopista de Barcelona. Hablo de La Quinta de los Molinos. Un espacio público, abierto todo el año, y que ahora muestra su belleza a través de la multitud árboles que lo habitan. Pero quizá de entre todos los que más me han llamado la atención son los almendros en flor. Jamás había visto tal cantidad y tan exuberantes. Ni que decir tiene que la mañana de este domingo, cámara al hombro como es habitual, me he dado un atracón de fotografías en el citado lugar. Los contrastes de color, unidos a los rayos de sol aún levantándose hacen que las sombras y la luz se conjuguen en unas composiciones de inconmensurable belleza. Han sido dos horas de paseo y disparo, inagotables en cuanto a motivos fotográficos. Dejo aquí un par de muestras que dan fe de lo que relato, e invito a todo aquel que guste de la naturaleza a perderse en este paraje madrileño. Esto me sugiere que a la vuelta del verano, cuando cambiemos al otoño, será necesario reaparecer por aquí para volver a disfrutar de los colores típicos de esa estación. La luz será distinta y creará tonos únicos, como ha de ser. Y volveremos a fotografiar el entorno con otra intensidad.