A las 5 de la mañana de hoy, y
como para irnos acostumbrarnos a la nueva etapa, un suave y fresco viento me ha
despertado, justo en la hora en la que el sueño me invadía de pleno en este
último día de descanso vacacional. Un período que como en años anteriores no ha
estado exento de sobresaltos y sobrecogimientos motivados por los hechos
acaecidos. A los ya rutinarios y salvajes atentados islámicos en diferentes
países de oriente medio que cada vez se extienden más a nuestra Europa común
hay que sumar también el salvajismo añadido de los métodos utilizados. Ya no
les vale con atentar en bodas, celebraciones religiosas y demás actos
multitudinarios para causar el mayor destrozo de vidas que no les pertenecen,
sino que ahora lo hacen utilizando seres inocentes ataviados con chalecos
explosivos para partir en mil pedazos esos cuerpos aun sin acabar de crecer y
que en segundos se mezclan con los restos de las victimas a las que van
destinados tan atroces atentados. Jamás hubiera imaginado que en este siglo XXI
el ser humano, con toda su maldad innata llegaría a semejantes brutalidades.
A los jóvenes que pueden
representar la esperanza de paz en el futuro, los locos fanáticos de no sé qué
dios y religión no los mandan a la escuela sino que les educan en la cultura de
la muerte y el asesinato masivo y además les utilizan como cebo a cambio de
promesas falsas de alcanzar una gloria no buscada.
Por si esto fuera poco, el agosto
que se va deja el rastro de las víctimas de la violencia de pareja, que en otras ocasiones yo achacaba al exceso de
temperatura como responsable del trastorno mental de los asesinos. Este año no
ha sido tan extremadamente caluroso como el pasado, si bien el número de
crímenes no ha sido menor en absoluto. Esto me hace pensar que
independientemente del factor climatológico que a todos nos afecta de alguna
manera y nos altera la tranquilidad del descanso, el mal está en el cerebro de
los propios “humanos”.
Y para no variar, como desde hace
ya unos cuantos veranos, faltaba la tragedia que dejara marcado este octavo
mes. Y ésta ha llegado en forma de terremoto intenso en una región italiana con
el ya sabido y elevado número de vidas sesgadas bajo los escombros. Los
desaparecidos no están aún contabilizados y se irán sumando lentamente a medida
que los desechos de las viviendas se vayan retirando, haciendo que la lista de
almas se incremente sin remedio.
No sé que tienen los meses de
agosto, pero siempre dejan una marca de dolor superior al resto del año. Aún
recuerdo hace años cuando estando tranquilamente relajado en la terraza nos
desayunamos con el accidente del vuelo de Spanair. También al principio la cosa
no parecía tan grave, pero a medida que el reloj avanzaba se constataba la
magnitud del siniestro.
El mes de descanso por excelencia
para la gran mayoría de nosotros, aunque cada vez menos, se convierte en un
listado de desgracias que dejan huella para que no se nos olvide en mucho
tiempo. A lo citado hay que añadir los tradicionales destrozos medio
ambientales producidos por el fuego provocado por mentes desquiciadas que
disfrutan destruyendo la naturaleza y en algunos casos las viviendas cercanas,
así como los casos de desapariciones de personas, bien voluntarias o como
resultado de acciones violentas. Con todo ello tenemos suficiente para
calificar este mes que finaliza como nefasto.
Por suerte mañana cambia el
calendario y no dejo de poner mis esperanzas en que el otoño que próximamente
vendrá traiga algo de cordura a esta humanidad desquiciada. Por soñar que no
quede….. aunque luego nos despertemos….