
A diario muchos de nosotros estamos sometidos a una actividad diaria que por lo general, en esta sociedad consumista y trepadora sin escrúpulos nos impone un ritmo de vida frenético y agotador.
Desde el temprano madrugón hasta el tardío retorno al hogar pasamos más de la mitad del día inmersos en una terrible carrera contra reloj por hacer y acabar tareas que miradas desde una perspectiva no contaminada no son tan urgentes ni tan vitales como para agobiarse.
Sin embargo, el ajetreo de vida que llevamos muchas veces nos viene impuesto por factores ajenos a nosotros mismos. Situaciones que nosotros ni elegimos ni podemos obviar ya que de ello depende nuestro sustento económico.
Hemos perdido nuestro ritmo de vida natural, ese que te marca tu propio cuerpo, y lo hemos hipotecado por el que nos imponen desde el mundo de la empresa. Todo es correr y acabar cuanto antes, para poder empezar otra tarea y seguir corriendo. Y de esta forma estamos atrapados en un bucle del que no sabemos salir, o no queremos, ya que muchas veces nosotros mismos nos hemos hecho cómplices del sistema y por tanto nos hemos acomodado a él. Tanto como para asumir que debe ser así y que no hay posibilidad de salir.
Por esas y otras razones, deberíamos al menos intentar encontrar un pequeño espacio para nosotros mismos al término de una jornada agotadora. Es verdad que habitualmente el tiempo libre del que disponemos es bastante escaso, y en algunos casos ni existe. Pese a todo ello, insisto en que debemos buscar la forma de disponer de algunos minutos de paz y tranquilidad para nosotros mismos. Un lapsus de tiempo durante el cual nuestro mundo se detenga, nos olvidemos de todo y nos podamos dedicar a disfrutar de la paz y la tranquilidad. Cada uno como quiera, con la afición que más le guste, pero siempre disfrutando.
En mi caso, y como es fácil de adivinar, hay 3 cosas que me encanta hacer en los pocos ratos libres.
Sin orden de preferencia por ninguna de ellas, tan sólo dejándome llevar por lo que en cada momento me susurra mi interior. Un buen rato deleitándome con buena música, a ser posible con auriculares, otras veces trabajando en la edición de fotografías y por último la que siempre, antes de dormir y como un ritual esotérico practico todas las noches. La lectura callada de unas pocas páginas de algún libro interesante tumbado en la cama hasta que los párpados deciden poner fin al día de estrés.
Reconozco que para mí es uno de los momentos más placenteros de la jornada, el más relajante y tranquilo que se pueda imaginar a la luz de una lámpara de mesilla, y recostado sobre la almohada que propicia un descanso reparador. Algunas veces ni siquiera es un libro que me interese mucho. Cualquiera de los que tengo empezados de diferentes temas y que a trancas y barrancas voy acabando en función del estado de ánimo de cada momento. Se trata de dedicar unos minutos al ejercicio de la lectura sosegada como preparativo al sueño nocturno. Una actividad corta pero sumamente relajante como para dejarte caer en los brazos de Morfeo con increíble facilidad. Y después, a soñar. A sumergirte en ese mundo paralelo donde todas las situaciones tienen cabida por más extrañas e irreales que parezcan. Ah, y además soñar es gratis...de momento....