sábado, 11 de mayo de 2019

Estoy bien....


“Estoy bien, Gabi, de verdad. No te preocupes.” Fueron las últimas palabras en directo que seguidas de un intenso y sentido abrazo escuché de mi buen amigo y compañero durante muchos años.

Manolo, que así era como le llamábamos aquí abajo, en la envoltura corporal que eligió para esta etapa, se estaba despidiendo de nosotros sin apenas darme cuenta. Fue la tarde del pasado Jueves Santo cuando vi su rostro con vida por última vez. Después ya sólo quedaron varias frases débiles colgadas en un teléfono que apenas se sostenía por falta de fuerzas. Esa tarde vi en él una mirada extraña, de inmensa paz y tranquilidad que acompañada de esas sentidas palabras me estaba diciendo que el final se acercaba. Probablemente ya había visto la luz y él era consciente del corto tiempo que le quedaba entre nosotros. El tiempo justo para dejar atados todos los temas mundanos antes de transcender.
Apenas una semana después, en pleno puente del 1 de mayo, la voz de José Pedro cayó como una lápida sobre nuestros oídos al comunicarnos que Manolo había sido ingresado de nuevo tras un alta fugaz para no volver a salir. En 24 horas, el alma de mi amigo decidió dar el paso irreversible y definitivo dejándonos un vacío irrellenable. Esa ausencia que notaremos cada vez que el grupo se vuelva a reunir de forma regular, tal y como hemos hecho hasta ahora, una vez al mes.

Y es que en esa otra dimensión, esa que no conoce límites y en la que todo es posible, ya se han juntado tres amigos, tres piezas del mejor grupo que he conocido en muchos años. Mi amigo Manolo ya se ha reunido con Marce y con José Manuel, y desde allí nos trasladan un mensaje que no debemos olvidar bajo ningún concepto. Que el grupo al que nos unimos en su día siga unido para siempre, que ellos ya se encargan de que la cuerda no se rompa y los nudos no se desaten entre nosotros. Y los que aún permanecemos en el plano tridimensional estoy convencido que cumpliremos el encargo con alegría y compartiendo cada momento con ellos. Para Mila y Susana, que a partir de ahora deben seguir su camino solas, mi más sincero abrazo cargado de toda la energía que necesitan para continuar su experiencia vital. 

A Manolo le doy las gracias por múltiples motivos, pero sobre todo por su apoyo y cariño y por su sincera amistad. 

Y al resto de amigos os hago una petición: que no nos olvidemos nunca de ellos.

“Lo que nos mantiene vivos, sujetos en el espacio, es el sentimiento de unidad dentro de la raza humana”. (Navarro)