martes, 7 de febrero de 2023

Desde mi faro

 
Desde hace casi un año, y fruto, o como consecuencia de un episodio que apenas puedo recordar, mi vida se ha visto transformada de cabo a rabo.

Tras una vida laboral, conectado a diario y casi a todas horas con un montón de buenos compañeros en todo el territorio, no me daba cuenta, o a lo mejor tenía que ser así, de que mi vida no era lo satisfactoria que debía ser. Y quizá por ello la propia vida se encargó de recordármelo mediante una experiencia desagradable pero aleccionadora. Y es que muchas veces, la mayoría de nosotros estamos inmersos en una rutina que no nos deja ver más allá de lo que tenemos delante. Otras veces es porque nosotros mismos nos negamos a ver la realidad ya que no es de nuestro agrado. Y motivos no nos faltan, por supuesto. Toda enfermedad y lo que ella  conlleva pasa factura y es bastante difícil recuperar la normalidad. Aunque como dice mi querida "Maestra" es todo cuestión de tiempo y hay que aprender a tener paciencia. Pero hasta para tener paciencia hay que aprender. En esta vida nada sucede por azar ni a destiempo. El secreto está en darse cuenta y sacar la moraleja que toda experiencia esconde. Eso lleva tiempo, pero lo importante es no desfallecer en el intento. Y es duro, por supuesto que es duro, y largo y tedioso el camino de salida. Pero hay que confiar en que todo tiene un sentido aunque no lo veamos en un primer momento. Por la cabeza, esa que mucha gente utiliza para adornarse o ponerse un gorro, pasan muchas cosas. La mayoría de ellas pensamientos que nos asaltan e inundan como tsunamis inesperados, pero que ponen patas arriba nuestras propias creencias y convicciones. Y está claro que desecharlos no es tarea fácil. De ahí que en los tiempos que corren hayan florecido especialidades como la psicología y la psiquiatría, tan de moda en algunos países. Y no soy yo precisamente un fanático dichos profesionales. 

Algunos preferimos confiar en nuestra intuición y buscar la salida de forma un tanto heterodoxa. Y es que estoy convencido de que el poder interior del ser humano es mucho más poderoso de lo que creemos.

Tras casi un año de aislamiento, y sin grandes pretensiones, uno empieza a vislumbrar en el horizonte una pequeña luz a lo lejos. Tan pequeña que al principio casi no puede distinguirse dentro del océano. Pero está ahí. y con tiempo, esfuerzo y calma veremos que poco a poco se va haciendo más nítida y se acerca despacio. Muy despacio.... Pero sin pausa.....

Durante el tiempo que ha transcurrido han pasado muchas cosas, agradables unas y otras no tanto. Y a mí me está costando asumirlas. Tengo la cabeza llena de preguntas para las que no hallo respuesta de momento, pero no dejo de confiar que tarde o temprano las encontraré. De momento sigo viviendo el día a día que no es poco, con mucha tristeza pero al mismo tiempo con esperanza de que todo siga el curso establecido. Como dice el refranero, "tranquilidad y buenos alimentos".