El último día de septiembre alguien conocido me comenta los planes para el día siguiente. Ir a su pueblo con su padre a recoger endrinas para hacer pacharán casero. Preguntando por su tierra me comenta que es de un pueblo allá cerca de la Laguna Negra, pero que toda Soria está repleta de lugares recónditos e inimaginables. Escuchando sus consejos y dispuesto a re- encontrarme con una tierra mágica, el sábado 1 de octubre nos dirigimos a la capital de esa templaria ciudad en busca de una ermita y un monasterio.
Dentro se siente la paz reinante de un lugar de oración y meditación en las entrañas de la tierra. Cuando llegas a la capilla de la ermita, tras innumerables escalones hacia arriba, encuentras un mirador con vistas al río mágico de las leyendas becquerianas.
Una vez alcanzada la entrada de la capilla podemos encontrarnos con un espacio de recogimiento que nadie podría imaginar dentro de la tierra. Su reducido tamaño apenas puede albergar un centenar de fieles, pero su altar, su cúpula y sus frescos hacen que uno se sienta como en una pequeña catedral. Las ventanas al exterior son simples aberturas en lo alto de la roca, por la que entran los pequeños rayos de luz que iluminan su interior.
La cúpula pintada dentro de la tierra tiene una belleza digna de alojarse en cualquier museo clásico.
El altar dedicado al Santo invita al recogimiento y nos traslada a una época de eremitas dedicados al pensamiento y la oración.
Una vez visitada y tras un ligero almuerzo en la capital nos dirigimos a visitar nuestro segundo objetivo en este viaje. El Monasterio de San Juan de Dios, del que tan sólo quedan las ruinas del claustro, único vestigio de su existencia. Tan sólo perviven los arcos del exterior de la fachada, testigos mudos de una época que no sobrevivió a los tiempos.
Una vez contempladas las ruinas y tras un leve paseo por las orillas del río regresamos a nuestro hogar, encantados de haber localizado unas bellezas desconocidas para muchos y que son lugar de peregrinaje de multitud de jóvenes y adeptos cristianos.
Está claro que nuestra España está repleta de tesoros. Sólo hay que saber dónde están y acercarse a contemplarlos. Siempre la "casualidad" te guía hacia ellos, y en ese momento sientes que no debes desperdiciar la oportunidad. Lo que el día anterior fue una charla sin transcendencia convirtió el primer día de octubre en una jornada para nuestra historia personal. Y habrá muchas más, Dios mediante.....
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