domingo, 30 de julio de 2017

Vida inteligente fuera de aquí


En esta calurosa tarde de finales de julio, previa al éxodo masivo de ciudadanos en busca de algún lugar en el que el termómetro tenga el mercurio un poco más bajo de lo habitual, y revisando la ingente cantidad de fotografías almacenadas en diferentes discos, me he parado ante algunas que hacen que mi cabeza se traslade a mundos diferentes. Y sin querer me he tropezado con las instantáneas disparadas en el Centro de la Nasa en las afueras de Madrid. Desde esta estación espacial se siguió hace bastantes años el aterrizaje del primer hombre en la luna, según versión oficial, claro. Jesús Hermida, que tanto encantaba a mi padre narraba con entusiasmo y emoción la bajada del primer ser humano al suelo de un cuerpo estelar distinto al que pisamos a diario. Neil Armstrong dejó una huella para la historia.  

De siempre me ha fascinado la ciencia espacial así como los misterios que esconde nuestro universo. Un Universo por el que la multitud de seres humanos vagamos diariamente y sin parar de dar vueltas montados en nuestra peonza terrestre. En este azul planeta hay científicos obsesionados por la conquista de nuevos mundos y desesperados por encontrar el mínimo atisbo de vida más allá de nuestros límites terrestres. De momento no se han encontrado más que ligeras muestras de elementos que hacen presumir que en un futuro se halle alguna prueba de vida. Si bien no tiene por qué ser como nosotros la conocemos.

Por otro lado, y pese a que los gobiernos de todo el mundo lo nieguen, parece que hay pruebas de que seres de otros planetas nos han visitado con regularidad, y cuyos restos han sido bien custodiados por los que mandan hasta que llegue el día de comunicarlo a la población mundial. Los avistamientos de objetos en el cielo, que hacen maniobras imposibles  a todas luces han sido una constante desde aquel mítico año de 1947. Pero seguro que todo esto no empezó en aquella fecha sino muchísimo antes. Ya en la Biblia y muchos más textos históricos se describen situaciones parecidas si bien expresadas de acuerdo a la época y el contexto cultural del momento y país. Cada civilización lo ha expresado de una manera distinta, pero la esencia de los hechos es la misma. En todas las épocas el hombre se ha sentido atraído por saber qué habría por encima de sus cabezas, en esa oscuridad infinita sin límites que cada noche vuelve a nuestras vidas. Y en ese afán de saber, la imaginación comienza a vagabundear y a construir realidades inexistentes. ¿Cómo serán los seres de otros planetas? Parecidos a nosotros o con cuernos enormes..... Con cabezas sobre-dimensionadas, largos brazos colgantes y ojos achinados.... El poder de imaginar no tiene límite alguno y todo lo que creamos que existe podemos hacerlo realidad en nuestras mentes.

Yo me confieso convencido que ha de haber vida más allá de la conocida en nuestra tierra, y sólo me baso en la lógica. Si alguien superior creó nuestra humanidad, parece sensato pensar que no seamos los únicos elegidos y privilegiados. Y también estoy convencido que hay seres que se manifiestan de múltiples maneras a nuestros ojos, aunque normalmente no es fácil reconocerlos. Es muy probable que habitantes de otros planetas ya estén aquí desde tiempos inmemoriales disfrazados de humanitos, observándonos con estupor y perplejidad. Y no es para menos. Si yo fuera uno de ellos también estaría sorprendido y alucinado con nuestros comportamientos. Todas nuestras actuaciones serían dignas de estudio por entidades "superiores" a las que no les sería fácil en absoluto encontrar motivo para ellas. Y es que el ser humano de hoy no se rige por la lógica ni por la ética. Tan sólo por impulsos de corte egoísta, amoral y ansias de poder insaciable. Y para conseguirlo utilizamos todos los medios a nuestro alcance. Es verdad que la ciencia y la tecnología avanza a pasos agigantados y que en general la humanidad ha evolucionado, aunque no siempre para bien. Los inventos con noble propósito siempre se han convertido en nuestras propias armas de destrucción. Los valores innatos a nuestra especie se han visto en muchos casos invertidos y el sentido del bien y el mal pierden su orientación y se dan la vuelta. Hoy en día, y siempre por nuestro bien, claro, se cometen todo tipo de atrocidades, mal justificadas y sin saber cuál es el propósito final. Se nos convence de lo que interesa a algunos y nosotros caemos en la trampa de forma irremediable. Se nos contenta con una dosis de consumismo mal entendido y ya somos felices en nuestra ignorancia. Sé que no es fácil no caer en la rampa pues las zanahorias que nos ponen parecen bastante atractivas.

Pero si por un instante fuéramos capaces de abstraernos de la aparente realidad, quedarnos en silencio y simplemente observar qué sucede a nuestro alrededor, libre la mente de toda influencia externa, a lo mejor seríamos conscientes de la auténtica realidad. La que nos ocultan y no quieren que veamos, pues descubriríamos lo que no no les interesa y tomaríamos conciencia de la constante manipulación a la que a todas horas somos sometidos. En el trabajo, en el tiempo de familia, de ocio... Todo está preparado y organizado para montar una sociedad alienante que no piense y que se contente con ciertas prebendas de corte material, por supuesto. Nos tienen tomada la medida y saben cómo contentarnos. 

Ahora que viene una temporada de relax para la mayoría sería un buen momento para aprovechar la oportunidad de reflexionar a título individual o colectivo. Cada uno como mejor prefiera, pero parar por un tiempo y desconectar de la rutinaria rutina. Cerrar los ojos, tumbados en una hamaca en la playa o debajo de un pino en el pueblo de nuestros ancestros. Respirar profundamente y dejar que nuestra mente analice y repase nuestra vida vida cotidiana. Cada acto que realizamos sin pensar.
Probablemente si dedicamos algunos minutos al día a interiorizarnos, descubrimos que podemos cambiar algo. Es tarea ardua pues las tentaciones son muy fuertes, pero con dedicación y convencimiento todo es posible. Así estaríamos más cerca de poder entendernos con otros seres "inteligentes", que haberlos seguro que los hay y están esperando el momento.

sábado, 15 de julio de 2017

Titulares de espanto

Como toda persona civilizada del siglo XXI soy un animal de costumbres que diariamente se somete a una serie de rutinas establecidas de antemano y difíciles de abandonar, aunque en el fondo estaría deseándolo.
Bien, pues entre ellas, tengo la de tomar un cafetito a primera hora de la mañana, antes de entrar a trabajar, en la misma cafetería y casi siempre sentado en la misma banqueta de la barra. Las camareras, que también son de costumbres y rutinarias como yo, sin preguntar ya saben lo que tienen que poner, por lo que ahorramos en palabras inútiles un montón de energías que algún día nos pueden hacer falta. Tan solo nos damos los buenos días como personas bien educadas que somos.

Y mientras uno degusta el tan preciado café, no queda más remedio que girar de vez en cuando la cabeza hacia la pantalla de televisión en la que también de forma repetitiva todos los días ponen el mismo programa y casi con las mismas noticias que los demás días. Noticias que por cierto siempre están motivadas por tragedias  y catástrofes. Inclusive las referidas a la política, que para mí también son trágicas y catastróficas por sus protagonistas y actuaciones.
Y en estas estábamos hace tres amaneceres, cuando en franja inferior de la pantalla leo un titular que me dejó perplejo y con cierto miedo en el cuerpo. Decía así: "Subida de temperaturas por una nueva ola de calor. 27 provincias en alerta". 

De repente un miedo irrefrenable se apoderó de mí, la taza del café temblaba en mis manos y yo casi me caigo de la banqueta del susto que me dio la noticia.
Me quedé paralizado, intentando digerir el titular y tratando de entender cómo era noticia que en pleno mes de julio viniera una ola de calor. Eso no era normal.  
Y entonces mentalmente y casi sin querer, mi mente retrocedió a los años de infancia - juventud y recordé que mis padres en invierno me abrigaban lo que podían porque era la época del frío. Y en verano, nos llevaban a la piscina, nos compraban helados y nos daban refrescos para mitigar la sed y el calor.

En esa época, cuando empezaba la televisión en colores, había una figura que era "el hombre del tiempo", que con la ayuda de una simple pizarra y un paquete de tizas de colores te hacía una previsión, más o menos certera de la situación venidera. En ningún caso vi a ese personaje dar un notición porque en verano se acercaba una ola de calor que haría subir el mercurio hasta más de los cuarenta graditos. Porque en esa época, en este bendito país, como en tantos otros de la misma latitud, lo normal es que en verano haga calor y en invierno frío. Lo contrario sí sería noticia: por ejemplo, que en pleno mes de diciembre viniera una ola de calor procedente del sáhara.......y que estuviéramos en Navidad a 25 o 30 grados y los muñecos de nieve fueran de agua derretida.

Ahora lo normal de toda la vida se convierte en extraordinario para llamar la atención de los espectadores y radio oyentes, ya que el resto de la información, como he dicho, es repetitiva y aburrida. Se trata de hacer de la normalidad un fenómeno extraño y poder rellenar unos espacios que cada vez se alargan más. En otra época, con cinco minutos bastaban para hacer el pronóstico del tiempo, pero ahora es como asistir a una clase de meteorología y física cuántica completa con la colaboración de los espectadores, que envían sus fotografías con la ansiedad de que las reproduzcan 3 segundos.

De ahí que tonto será el que no entienda de fenómenos atmosféricos a un nivel bastante alto.
El próximo lunes seguiré atento a los titulares matutinos por si todo vuelve a normalidad y recuperamos las frías temperaturas habituales en  esta época. Y  las consultas de los psiquiatras de cabecera llenas....