martes, 13 de marzo de 2018

Hacia La Luz


Han pasado apenas 48 horas desde la aparición de su cuerpo y hoy ya ha recibido sepultura. Hablo del niño Gabriel, tocayo mío y cuya muerte me ha llegado a lo más hondo. Quizá por el nombre, quizá por su juventud o la premura de una vida arrebatada sin aparente sentido. Sus padres aún no terminan de creer lo acontecido cuando ya se tienen que empezar a acostumbrar a su ausencia eterna.

Almería entera y por ende España entera llora su marcha prematura. Ese chaval que en vida estaba lleno de ilusiones y sueños por cumplir ha visto truncada su expectativa de forma inesperada por el egoísmo, y sabe Dios qué más de una persona que en principio estaba obligada a cuidar de él.

Dicen que si los celos, y no sé cuántas cosas más, la pueden haber llevado a cometer tan enorme atrocidad. No lo puedo entender, salvo que me aferre a mi creencia de todos tenemos un final incierto y que siempre nos pilla desprevenidos y por sorpresa.

Cualquier otra explicación que busquemos no tiene sentido y además es completamente inútil. De nada sirve ya averiguar las causas que han conducido  a semejante crueldad. Ni para sus padres ni para nadie. Esa vida llena de vida se ha apagado de golpe y en lo que les quede a sus seres queridos en este deambular terrenal no pueden sino echarle de menos a cada momento. Dicen que el tiempo cura todas las heridas, pero hay heridas que no se curan aunque pasen mil años. Y esta es una de ellas. Perder a un ser querido siempre duele, vaya si duele.. Pero perder a un hijo es una puñalada en el centro del corazón de sus progenitores. Algo que será muy difícil de superar, pero que deben asumir como parte de su existencia. Y como dice alguien a quien tanto quiero, "esto también tenía que suceder..." 

Estaba escrito en el libro de la vida de Gabriel, pero ni él ni nadie lo había leído.
A quien ha cometido semejante brutalidad le espera también un enorme calvario por delante. Bastante tiene con lo que le ha de venir, por lo que dejemos en paz a quien ha tenido la desgracia de ejercer el papel de asesina sin piedad.

Ni siquiera la madre de Gabriel ha soltado una palabra de mal deseo contra ella. Quizá porque sabe que eso ya no conduce a recuperar a su hijo, y que deseando el mal a alguien nunca conseguiremos hacer de esta especie algo digno de alabanzas.
Por tanto, y con todo el dolor que nos inunda y nos ahoga por dentro, lo único que podemos es pedir que no se vuelva a repetir más veces.

Que ese pececito sin madurar haya encontrado más allá la paz, ternura y tranquilidad que aquí no ha podido tener. Amén.









sábado, 10 de marzo de 2018

¿ Y qué hago yo aquí?


Buena pregunta para la que no es fácil obtener respuesta de forma inmediata. Necesita de mucha introspección y reflexión, pero que es necesaria para comprender el sentido de nuestra presencia aquí, de nuestro objetivo y meta a alcanzar.

Y no hablo en absoluto de logros económicos ni materiales. Como seres vivos que somos, nuestro sino diario parece ser deambular dando vueltas al ritmo del planeta. Girando sin parar siempre para el mismo lado sin visos de parar en ningún momento. Cada uno somos un punto de luz que destella en este globo que nos acoge y cada uno, consciente o inconscientemente, vamos dejando una estela detrás producto de nuestras acciones y pensamientos. En lo más profundo de nuestro ser cada uno de nosotros tiene su propia luz y color, todas diferentes pero que en conjunto forman este universo multicolor que es la humanidad.

Hay seres más luminosos y brillantes y otros cuya luz es muy débil y pobre en su intensidad. Pero todos son necesarios. La luz que llevamos dentro y que proyectamos hacia el exterior es el reflejo de nuestro grado de evolución interior. Y hemos venido a este maravilloso planeta a perfeccionar nuestro nivel de consciencia y por ende nuestra frecuencia lumínica.

Energía pura que se transforma a cada momento de la existencia, y que a veces brilla más que un sol y otras se debilita irremediablemente. Todo fruto de nuestras acciones y pensamientos. Todos los seres humanos estamos aquí transitoriamente y de ello debemos ser conscientes ya que de otra forma no seremos capaces de vivir plenamente esta existencia que se nos ha concedido. Bien es cierto que no todas las experiencias que vivimos son de nuestro agrado más absoluto, ni mucho menos. Pero todas tienen un sentido que no conocemos sino al final de nuestro paso. Cada instante, cada acción y decisión que adoptamos tiene su impacto, tanto en nuestra propia existencia como en la de los demás.
En esta etapa física todo tenemos que aprender algo. Algo que no se estudia en los colegios ni en las universidades inventadas, sino a través de nuestras acciones. Hay congéneres nuestros que si nos paramos a mirarlos detenidamente notaremos que están cargados de energía pobre. Y esos son los que nos transmiten negatividad y cuya luz es de tono oscuro y frío. Son los egoístas, los de malas intenciones. Los que generan situaciones de enfrentamiento en la manada, poniendo a unos contra los otros. Los que utilizan el poder y la fuerza para destruir y humillar al prójimo. Los que se creen en posesión de la verdad absoluta cuando lo único que poseen es la más completa ignorancia. Los que se mueven por intereses poco claros y a los que no les importa el método con tal de conseguir su objetivo. Esos son a los que hay que evitar a toda costa. Mantenerse alejados de ellos y con un escudo protector para que no penetren en nuestro interior y nos arrastren con ellos.

Por otro lado, los que han evolucionado más brillan ante nosotros de forma intensa y nos transmiten sensaciones de paz y bienestar. Brillan por sí mismos e inundan a los que les rodean ayudándoles a avivar su propia luz. A través de sus actos y comportamientos van dejando una estela fulgurante que ilumina el camino de los demás. A esos seres luminosos es a los que deberíamos seguir e imitar, y no dejarnos guiar por los apagados que nos pueden conducir a un infierno abismal.

Aprender a identificarlos no es sencillo pues. Pero sí necesario para nuestro desarrollo y evolución. El engaño aparente está por doquier rodeándonos de trampas en las que caer, por lo que es imprescindible quitarnos los velos que nos polen delante y ver a cada uno como realmente es. Sin disfraces que nos altere nuestra percepción. Esa es nuestra misión. Seguir a los que más brillan y dejarnos guiar por su conocimiento y sabiduría. Y al tiempo, saber distinguir los que viven de forma gris en un paisaje de tinieblas del que no quieren salir. Pero ojo, no nos equivoquemos. Todos somos necesarios e imprescindibles. Nadie sobra, ni mucho menos. Ni siquiera aquellos que por sus conductas nos resulten más repugnantes. Pues ellos también están aquí para evolucionar. Les costará más trabajo y tiempo que a otros, pero todos tienen su papel y su función en esta función existencial.

Por ello, manos a la obra y a “trabajar”, que la tarea nos es fácil en absoluto. Y sobre todo, tened los ojos bien abiertos para encontrar a quienes nos puedan enseñar algo positivo. Dejándonos guiar por ellos conseguiremos, poco a poco, que nuestra luz sea más cálida y brillante y que la estela que vayamos dejando ilumine a otros caminantes. Y nunca sintamos rabia o dolor por habernos equivocado. Eso también forma parte nosotros mismos y nos ayuda a mejorar.