lunes, 12 de noviembre de 2018

Un salto en el tiempo

Pues sí, así como suena: El salto en el tiempo existe. Y lo digo porque lo acabo de comprobar esta misma tarde.
Hace unos día dediqué unas líneas al recuerdo de los que ya no están. O sea, con motivo del día de Todos los Santos y de Difuntos.

Pues bien, de golpe y porrazo hoy, al salir de trabajar, me he topado de frente con la fachada de una de las empresas con nombre de fuera y que más lata nos dan a diario con el consumismo desenfrenado. Y la sorpresa ha sido descubrir un enorme luminoso que rezaba nada menos que "Felicidades" y acompañado de diferentes estrellitas de colores. Sin apenas tiempo de reaccionar he comprendido en un segundo que era el anuncio de que ya estamos en ¿Navidad?.
Inmediatamente he mirado el reloj del coche, que va por GPS y nunca se equivoca y efectivamente me ha confirmado que hoy es 12 de noviembre.....

O sea que yo no estaba equivocado del todo. A estas alturas, los magnates del "compra y gasta a todas horas " ya nos están anunciando que ha llegado la época del gasto desenfrenado y sin motivo. O sea, su "agosto"...

Yo creo que esta gente no es que se haya vuelto ansiosa de dinero y ni que les haya dado un aire y se hayan vuelto trastornados de la azotea. Qué va, hombre....

Quiero pensar bien de los que dirigen estas empresas y que se interesan por los temas de misterio en lo que a la religión se refiere. Y creo que, al final de tanto estudio concienzudo y de leer los evangelios apócrifos, han dado por buena la teoría de que el niño Jesús nació en agosto y no el 24 de diciembre, como hasta ahora nos habían enseñado con fe ciega.

Y es de agradecer, ya que tantos años celebrando las navidades con frío y nieve no parecía muy lógico. Y nosotros como borregos a hombro de pastorcillo que va a Belén nos lo habíamos creído a pies juntillas sin atrevernos a contradecir los textos sagrados. Menos mal que nos han abierto los ojos por fin.

Está claro que la Navidad empieza cuando ellos mandan y no cuando mandan los cánones o la tradición. Y como navidad que es ha comenzado la época del despilfarro innecesario. Pero eso sí, con la inmensa alegría que tal etapa provoca en nosotros. Sinceramente estoy abochornado y enfadado conmigo mismo por no haber caído antes en la cuenta y no tener preparada mi carta a los Reyes Magos....

Mañana sin falta, cuando vaya al curro de nuevo, prometo poner villancicos en la radio del coche y apalabrar con los compañeros la comida de todos los años, que ya se nos está pasando la fecha. 

En fin, que de ayer a hoy he perdido al menos quince días sin ni siquiera ser consciente de ello. Queda demostrado que desde que descubrimos la física cuántica todo ha cambiado y todo es posible. Comenzaron adelantando la venta del sorteo de lotería al mes de agosto y ya vamos por adelantar las navidades a mitad de noviembre. A mí me parece que a los del reloj de las campanadas les va a pillar el toro este año y les va a dar un buen revolcón por falta de previsión.

Ahora sólo me falta saber qué día nos dirán que es Año Nuevo para no equivocarme de nuevo y celebrarlo a tiempo. Que en cuanto uno se despista lo más mínimo, te pierdes una quincena....

Ah, felicidades a todos y a ver quién acierta en qué mes del año caerán las próximas. Seguro que no en diciembre....

domingo, 4 de noviembre de 2018

Lugares de paz



A escasas horas de que finalice el tradicional puente de Todos los Santos aún queda tiempo para dejar unas líneas en relación con estas fechas, lo que en ella se celebra y el significado que para nosotros tiene el final de nuestra existencia terrenal.

Desde la antigüedad más lejana, el hombre siempre ha necesitado enterrar a sus difuntos para luego poder rendirles culto, al margen de entender o no las causas y motivos que los han llevado a tal estado.
Desde que nacemos estamos abocados al mismo final. Ese del que habitualmente no solemos hablar y cuya sola mención nos da miedo y escalofrío. Cuando el hombre fue consciente de que todos tendríamos el mismo final es cuando se planteó la necesidad de disponer de lugares específicos que albergaran los restos de los no vivos para la eternidad. Cierto es que no en todas las culturas se ha actuado de igual manera ni ahora tampoco lo hacen. Y de ahí nacieron los cementerios. Lugares de paz en los que dejar guardados los componentes de lo que en su día formaron un ser vivo y que a nuestros ojos ya no volverán a compartir su existencia con nosotros. Esos lugares existen en todos y cada uno de los pueblos que habitamos e incluso en algunos que ya no tienen residentes y son un remanso de quietud, silencio y tranquilidad para quienes buscan alejarse del mundanal ruido. Pero hoy en día la sepultura en tumbas está un poco en declive. Es decir, ya no procedemos tanto al enterramiento de los cadáveres sino que hemos hecho de la cremación y esparcimiento de las cenizas una alternativa en crecimiento. Quizá por nuestra concepción del más allá, nuestras raíces culturales o simplemente porque los cementerios se quedan pequeños y sus moradas son caras. Lo cierto es que conviven ambos procedimientos y que cada uno elige para sí o los suyos la forma de deshacerse de sus huesos.

Tengo claro que el día que llegue mi despedida no me va a importar lo que hagan conmigo, ya que mi consciencia estará en otro plano inmaterial en el que no necesitaré mi antiguo traje. Al igual que estoy convencido de que ese final no depende en absoluto de nosotros. Que de alguna forma está escrito y elegido y pactado antes de nuestro alumbramiento, sin que desde ese mismo momento seamos conscientes de ello. Y es que al nacer a este mundo humano borramos de nuestra memoria todo lo que somos y sabemos, para volver a empezar de nuevo una experiencia libre de contaminaciones en todos los sentidos. Es más, ni si siquiera sabemos andar ni hablar. Nuestra consciencia lo olvida todo.
Es hora de empezar de nuevo nuestra existencia. Y aprender lo que hayamos acordado antes de venir. 
Por eso, cuando el final aparente se acerca, al igual que en el nacimiento, es lógico desear que nos sintamos rodeados de la mejor compañía, la de nuestros eres más queridos y que lo podamos hacer en las mejores condiciones materiales y espirituales. Y por desgracia, no siempre es así, ni en este país ni en ninguno. Parece que cuando el estamento médico diagnostica un final a corto / medio plazo sin esperanza alguna de vuelta a la normalidad, los encargados de cuidarnos hasta el último momento nos lo hacen más difícil y si pueden, nos humillan innecesariamente en base a nuestro sistema sanitario de procedencia. Entiendo, aunque no lo comparto, que en vida haya ricos y pobres. Que unos vivan y gocen de mejores condiciones y otros tengan que estar continuamente librando batallas para alimentar el cuerpo en el que se han encarnado. Es la parte negativa de la condición humana y siempre será así.

Pero al final, en los últimos días que preceden a nuestro tránsito, todos deberíamos ser tratados igual, al menos dentro de cada país y cultura. Tener tan sólo lo que necesitamos. Atención y cuidado exquisito para ayudarnos a pasar la frontera de forma tranquila, sosegada y sin miedo.

Y me consta que ni aquí ni en ningún sitio ese trato que todos nos merecemos es el más digno que nos pueden dispensar. Hasta el último momento seguimos arrastrando el lastre de la condición social a la que hemos pertenecido, y como tal así nos tratarán hasta el desenlace. Lástima de sociedad que no entiende que nuestros desahuciados tienen los mismos derechos que los demás, como seres humanos que son. Y que si necesitan una atención especial, por cara que ésta salga, deben dársela con toda la dignidad que se merecen. 

Por eso, en esta conmemoración de los difuntos pido desde mi interior que nuestra sociedad cambie y vuelva la "humanidad" a todos nosotros. Porque todos estaremos en la misma situación algún día y nos gustaría que así fuera. O mejor dicho, "recogerás lo que siembres" y "lo que no quieras para ti mismo no lo quieras tampoco para los demás." 

Con mucho cariño y respeto a esas personas que ahora mismo se encuentran en situaciones parecidas y que son víctimas colaterales de la inhumana gestión de nuestros poderes públicos.