viernes, 10 de abril de 2020

Lentitud

Muy despacio, como si no quisieran moverse, las agujas de nuestros relojes avanzan con una lentitud extrema. Y es que nuestra percepción del tiempo ha cambiado desde que nuestros hogares se convirtieron en nuestras propias cárceles. A esas a las que por negligencia de unos y protagonismo de otros nos han condenado sin fecha de absolución. Semana tras semana se nos va agrandando la condena y prolongando la liberación. Una puesta en libertad que nos devuelva al mundo real, al que para bien o para mal pertenecemos. Un mundo que con todos sus defectos nos hace ser sentir que estamos vivos y que somos parte de algo más. Este tiempo, que ya va durando más de lo imaginado en un principio está comenzando a hacer mella en nuestro cerebro y quizá también en otros órganos. Y es que estar aislados del mundo exterior, del aire y la naturaleza, de poder sentir la libertad de caminar nos está minando por dentro. Empiezan a aparecer síntomas de letargos que en los casos más graves se pueden convertir en una larga hibernación. 

Y para esta lenta travesía no estábamos preparados. Al menos yo. Todo parecía quedarse en unos días tranquilos en tu refugio y ya está. En un abrir y cerrar de ojos, de vuelta a la normalidad.
Pero las cosas no pintaban bien con el discurrir de los días, y pronto nos fuimos despertando a la realidad que se nos venía encima. Nuestra pequeña ilusión se quebró a la primera semana y así vamos avanzando de sábado en sábado.

Está claro que esta situación nos va a pasar factura a todos, a unos para bien y a otros no tanto. Los días que llevamos recluidos y los que por desgracia se avecinan en el horizonte más cercano nos van a dejar en un estado medio catatónico. No me imagino cómo será el primer día en que nos abran la jaula. No sé si la gente saldrá a la calle como si no hubiera pasado nada, como si nos despertáramos de un sueño del que no recordamos nada, o si por el contrario reviviremos todo lo pasado y nos pondremos a gritar y dar saltos de alegría porque nos han conmutado la pena a la que fuimos condenados. Y en estas circunstancias hay que saber gestionar el tiempo. Ese que no para pero que a veces parece que no pasa. Las manecillas del reloj parecen orugas en su lento caminar. Como si se hubieran quedado sin energía de repente. Al igual que podemos quedarnos nosotros si esto se alarga. Y es que aunque las cifras de fallecidos que nos cuentan los que saben de esto y los que viven de ello vayan reduciéndose, no parece que la situación mejore de forma tan sustancial como para ver un final próximo al cautiverio. Uno ya está harto de programas en los que la única información gira siempre entorno al número de muertos, afectados, curados. Harto de ver cómo este país se mofa de la situación aplaudiendo a una determinada que hora que alguien ha establecido. Y como buenos borreguitos que somos, a los que adoctrinan sin explicación, nos sumamos a estas parafernalias sin acordarnos de los que se han ido en la más completa soledad de los suyos. Y me pregunto si eso es motivo de aplauso y bocinas. 

Más bien creo que es momento de pararnos a pensar un poco en lo que toda esta época nos va a dejar en todos los ámbitos. La economía va sufrir de forma drástica y muchos de los que ahora aplauden van a pasar a engordar la lista de parados sin futuro. Pero aplaudimos a rabiar, eso sí. No se trata de ser un aguafiestas, como alguien pudiera pensar. Se trata de ser más inteligente y vislumbrar lo que se nos vendrá encima cuando la mal llamada cuarentena acabe. Las empresas sin producir, la hostelería cerrada, el país a medio gas y ya veremos lo que tardamos en recuperar el ritmo habitual. Veremos si cuando todo cambie y vuelva paulatinamente a una cierta normalidad seguimos con tantas ganas de reír y aplaudir. O a lo mejor nos entra un rayo de consciencia, quién sabe...

domingo, 5 de abril de 2020

Domingo de Ramos

Este país de tradición mayoritariamente católica, aunque no tanto a la hora de practicar, se va a ver aún más alterado de lo que ya está de por sí. Para muchos la semana próxima será toda ella una Semana de Dolores. Y es que no podrán salir a las calles detrás de sus Pasos e Imágenes. No harán Vía Crucis salvo el que recorran por el pasillo de sus casas, si lo tienen. No habrá procesiones, ni entradas ni salidas de los templos, ni madrugadas con recogimiento, ya que el único será el que tengamos los condenados entre nuestras paredes. El fervor de los costaleros se quedará en una ilusión para el próximo año. No sufrirán en sus carnes el peso de llevar a hombro su talla favorita, no tendrán doloridos los hombros ni los pies con ampollas. Y las saetas improvisadas desde algún balcón no irán dirigidas a nadie. Porque donde debería haber una multitud de fervorosos creyentes no habrá más que el silencioso vacío de unas calles muertas. Como si hubiera pasado un tornado arrasando todo vestigio de vida humana. La próxima semana no será Semana Santa al menos como la conocíamos hasta ahora.


jueves, 2 de abril de 2020

La Última Partida

Tenía yo 18 jóvenes añitos en aquella época, cuando ya empezaba a inclinarme por determinados estilos musicales que luego han marcado el resto de mi vida. Era la época del bachiller nocturno, en el que estudiaba francés como idioma primero y que complementaba con los estudios de inglés en una academia privada regentada por una amiga de mi madre y con quien aún hoy sigo manteniendo el contacto, pues es poco mayor que yo. Fue entonces cuando me introduje poco a poco en la música country, hoy definida genéricamente como "Americana Music". Y en estas que descubrí a un señor con barba blanca y mofletes que le hacían parecer un principiante de Santa Claus, amable y serio a la vez.

El hombre de la voz seca y profunda no era otro que un tal Kenny Rogers, que en esos momentos saltó a la fama con una canción que a lo largo de su vida le identificó. La canción The Gambler (El jugador) se convirtió en una de la favoritas de mi amigo Fernando y mía. Enseguida que la escuchamos nos apresuramos a comprar el LP en alguna de las extintas tiendas de discos del centro de Madrid.

Y a base de escucharlo a todas horas, la voz del "abuelo" nos caló y se quedó con nosotros para el resto. Pero no sólo descubrimos la canción que dio título al álbum, sino que a base de desgastar el vinilo, comprendimos que detrás del "jugador" se escondían muchos más tesoros, como esa joya titulada "The King of Oak Street" que a mí me emocionaba profundamente. Era el primer gran álbum, pero no el primero, pues anteriormente ya tenía un pasado musical con un grupo llamado The First Edition del cual era la voz principal y con el cual grabó su tardío éxito " Rubi, don't take your love to town ".

Debió ser una etapa inspiradora para Kenny ya que no había pasado el eco de The Gambler cuando ya había publicado otra muestra de su talento titulada "The Coward of the County" insertada en el álbum Kenny. Ambos títulos, junto con otros incluidos más le supusieron ser reconocido como unos de los mejores artistas country hasta hoy mismo.

Y después vino una auténtica maravilla para mí y que en mi escala personal rivaliza con The Gambler. El álbum "Gideon" se convirtió en uno de mis favoritos de entonces y para siempre. Cuando lo escucho entero hay momentos en los que la piel se eriza al oír la voz desgarrada de Kim Carnes a dúo con Kenny en la pieza "Don't Fall in Love with a Dreamer". La canción "Gideon Tanner" precedida de una intro que al final del disco se convierte en cierre "He's Going Home to the Rock" aventura que el resto del trabajo es una completa historia vaquera de alta factura.

Posteriormente, cuando Kenny ya tenía una fama sobradamente ganada llegó uno de los éxitos más conocidos, también a dúo con otra de mis ídolos, Dolly Parton. La canción "Islands in the Stream" fue de las más pinchadas y bailadas en las discotecas de los 80 y aún perdura.

Desde entonces y hasta el final Kenny ha grabado multitud de discos que revelan su prolífica carrera musical, tanto como compositor como intérprete. Sería muy difícil describir en este espacio la multitud de discos que publicó, con incursiones en otros estilos y con otras voces de reconocido talento. Canciones de Navidad e himnos religiosos entre otros. 

Cuando en 2019 publicó "The Love of God " me dí cuenta que uno de mis mejores ídolos se estaba haciendo mayor y que su trayectoria lentamente se apagaba. Todos los grandes, a cierta edad han grabado un disco con canciones religiosas como queriendo poner su destino vital en manos de Dios.

Kenny nos ha dejado a finales de marzo de 2020 y estoy completamente convencido que todos sus admiradores le echaremos de menos. Pero nos queda para siempre lo mejor de él mismo, su entrañable música. Feliz viaje, amigo.