Este país de tradición mayoritariamente católica, aunque no tanto a la hora de practicar, se va a ver aún más alterado de lo que ya está de por sí. Para muchos la semana próxima será toda ella una Semana de Dolores. Y es que no podrán salir a las calles detrás de sus Pasos e Imágenes. No harán Vía Crucis salvo el que recorran por el pasillo de sus casas, si lo tienen. No habrá procesiones, ni entradas ni salidas de los templos, ni madrugadas con recogimiento, ya que el único será el que tengamos los condenados entre nuestras paredes. El fervor de los costaleros se quedará en una ilusión para el próximo año. No sufrirán en sus carnes el peso de llevar a hombro su talla favorita, no tendrán doloridos los hombros ni los pies con ampollas. Y las saetas improvisadas desde algún balcón no irán dirigidas a nadie. Porque donde debería haber una multitud de fervorosos creyentes no habrá más que el silencioso vacío de unas calles muertas. Como si hubiera pasado un tornado arrasando todo vestigio de vida humana. La próxima semana no será Semana Santa al menos como la conocíamos hasta ahora.
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