No hace falta echar la vista muchos años atrás para darnos cuenta del ritmo al que van cambiando las cosas más cotidianas. El simple acto matutino de levantarte un sábado, salir a comprar la prensa y aprovechar a tomarte un cafetito sentado en el bar del barrio y pasarte media hora o más leyendo el periódico tranquilamente ha pasado a mejor vida de un plumazo de trazo grueso gracias a las nuevas y veloces tecnologías que muchas veces, lejos de facilitarte las tareas te las hacen más complicadas.
En el tema de la prensa escrita, es fácil comprobar cómo ha ido en declive de una forma inexorable y sin vuelta atrás. Pocos son los que aún compran un periódico cuando lo tienen gratis en internet a través de la página web correspondiente. El negocio del periodismo ya no vende, o al menos tal y como lo teníamos entendido desde siempre. Ahora todo es digital y el que no se incorpore pierde el tren de la actualidad en menos que canta un gallo.
Ahora para estar un poco informado has de estar constantemente conectado a la red, bien a través de internet, bien a través de las llamadas "redes sociales" que tan de moda están y que se han convertido en los canales oficiales para que políticos, famosillos y cualquiera hagan sus declaraciones y comentarios.
Es evidente que el nacimiento de internet revolucionó nuestra forma de comunicación y relación con el resto del mundo en cuestión de segundos. Un logro que venía a facilitarnos la vida, ayudarnos a buscar lo que no sabíamos sin necesidad e ir a una biblioteca pública o gastar cantidades desorbitadas en libros que luego no nos servirían para nada. Todo pintaba muy bien, pero evidentemente estos modelos de negocio no se mantienen del aire. Al igual que en el soporte papel, la publicidad tiene una relevancia significativa ya que es la que ayudaba al mantenimiento de los periódicos y revistas, además del precio que soportaba el cliente.
Soy de los que desde el primer momento me incorporé al nuevo mundo digital aprovechando las ventajas que éste ofrecía. Nada en la vida es ni bueno ni malo, todo con mesura cumple una función necesaria para el desarrollo de las culturas.
El problema viene cuando no hay medida ni límites ni ganas de ponerlos. Es aquí cuando todo se desmadra y se pierde el objetivo principal.
Si ahora, esta misma tarde de un tranquilo agosto entramos en internet para echar un vistazo a la prensa más generalista a ver qué noticias de interés hay o saber qué está pasando en el resto del planeta, lo más probable es que a los cinco minutos de estar navegando acabemos cerrando las páginas de prensa para dedicarnos a otra cosa. Y es que hoy día, el bombardeo publicitario al que estamos sometidos en todos los medios es insoportable y contraproducente. Si accedemos la página principal de cualquier portal periodístico lo mejor que nos vamos a encontrar es una pantalla saturada de anuncios publicitarios por todos los lados y con un poco de suerte y esfuerzo, encontraremos las noticias en algún recuadro de tamaño mucho menor. En el ejemplo que reproduzco en la imagen, si dividimos la pantalla en franjas de igual tamaño, podremos observar que mas del 40 % del espacio está lleno de anuncios. Jamás estaré en contra del mundo publicitario, si bien es verdad que en no pocas ocasiones estoy en completo desacuerdo con sus tácticas y contenidos, con poco estilo y lenguaje zafio que parece más bien estar dirigido a idiotas que a personas normales.
Al igual que en la televisión, de pago o gratuita, la publicidad manda y tiene tanto poder que ningún medio se resiste a limitarla o prescindir de ella. Hoy es insoportable ver un programa de televisión sin tragarte un puñado de minutos propagandísticos pagados a precios millonarios. Los anuncios de 20 segundos cada vez se van alargando disimuladamente. Bien está que en el transcurso de un programa o película hagan algún que otro corte para cubrir el porcentaje publicitario que los mantiene. El problema es cuando los tiempos dedicados a la publicidad casi superan al tiempo del contenido principal. Cada vez que uno se sienta a ver un espacio de una hora de duración no cae en la cuenta de que va a tener que tragarse, lo quiera o no más de un cuarto de hora de publicidad repartida en varios cortes para que se note menos y tenernos enganchados hasta el final. Y esto es aplicable tanto a los canales gratuitos como a los de pago, que al principio no emitían publicidad y rápidamente han visto el filón económico y han caído en las mismas tácticas.
De manera que hace años ya no compro ningún diario, también cada día que pasa aguanto menos la prensa digital y la televisión. Estoy harto de que me bombardeen desmesuradamente con lo que yo no quiero ni he pedido y por lo que estoy pagando. Si fuéramos todos más selectivos y coherentes y no accediéramos a ciertas páginas de prensa o cambiáramos instantáneamente de canal cada vez que nos cortan un programa para meternos el enlatado publicitario, a lo mejor los que controlan las cuotas de pantalla o acceso se darían cuenta de ello. Y a lo mejor se esforzaban por dar un poco más de contenidos interesantes con una sustancial disminución de anuncios. Pero claro, el negocio es el negocio y la pela es la pela. Y cuanto más se gana más se quiere, sobre todo en el multimillonario mundo de la publicidad.
Y al ciudadano que le den morcillas, que traga con todo a la hora que sea. De los programas de radio hablaré en otro momento, que también tienen lo suyo..... y no muy distinto.....
No hay comentarios:
Publicar un comentario